ornella vilaro

domingo, 2 de enero de 2011

mientras pienso VIII


                                 AUTOMATAS I

  Desde la antigüedad, se han construido autómatas, con la función de liberar al hombre de las tareas repetitivas y pesadas.  La invención de artilugios tales como los molinos de agua, para el traslado del líquido elemental, hasta los canales de riego seria uno de las primeras invenciones de un equipo automático. El cual seria extendido para abastecer las ciudades, muy utilizado este método en el antiguo imperio Romano. Comprobado la efectividad de la existencia de artículos, que podían realizar estas tediosas tareas, se comenzó al refinamiento del método, llegando a la utilización de diversos medios de locomoción como seria el viento, el agua a través del vapor, incluso la luz del sol.

    Un ejemplo de este último seria, la creación de un autómata en Etiopia. Dicho aparato era idéntico al emperador Memon. Su creador seria Amenhotep, hermano de Hapu e hijo de valla a saber uno de quien, situación provocada por la profesión de la madre.  Pero volvamos a lo  importante, el funcionamiento  del aparto, el cual se  ponía en andar gracias a los rayos solares matinales, cabe aclarar que solo producía sonidos, no poseía capacidad de movimiento. En realidad las  especificaciones de funcionamiento eran  bastante sencillas, el interior del autómata estaba recubierto por espejos, los cuales trasmitían los rayos ultravioletas, que ingresaban por un orificio ubicado en la nuca, estos rebotaban por todo el interior del muñeco concluyendo su trayectoria en un pequeño balde con agua.¿Pero cómo se producía el sonido?. Muy sencillo al calentarse el agua, esta producía vapor el cual escapaba a través de un tubo, cuya salida se encontraba en la boca del muñeco. Al atravesar el vapor caliente por este orificio producía distintos ruidos a sonantes.

  El emperador Memon se sintió muy a gusto con su replica. A tal extremo llego su conformidad, que decidió  utilizarlo para sus discursos matutinos. El pueblo no  noto la diferencia, simplemente se agolpaban a los pies del falso emperador a oír las directivas, para el resto del día.  Incluso luego de muerto el  emperador continuaría dando estos discursos, sin que nadie supiera de su deceso. Con el tiempo se  llegaría ha acuñar una legendaria frase para identificar estos discursos. El Memo ha hablado.

Fin
Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi

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