ornella vilaro

domingo, 2 de enero de 2011

mientras pienso VII


                                 LA HISTORIA DEL CIEGO VIRTUAL

    Al fin ha encontrado el pueblo, donde se esconde. Puede  descansar unos minutos, sabe que no va ha poder esconderse. Deja que su caballo de logaritmos informáticos, pastoree bits de la verde estepa. Mucho  tiempo ha tenido que cabalgar por el ciberespacio, ser ciego pesa poco donde los caminos están marcados por información sensorial. Azuza las riendas de su montura y avanza por el camino que da a la ventana de ingreso del pueblo. Un acceso directo  siempre es bien venido. Va derecho hacia la taberna en busca de reposo e información. El cantinero es un viejo de bigotes, obeso por la economía de movimientos, formado  por píxeles de baja resolución.

     -¿En qué puedo servirlo caballero, un trago, reposo, un lugar donde ingresar el disco  duro?
  
     -Solo me quisiera un trago y un celda de datos donde pueda, sacudirme las cifras del camino y recargar algunos megas. Por cierto, ¿no sabría informarme, si se ha visto un hombre reconstruido con bites de media resolución?

    -Mire caballero he llegado a esta etapa de mi vida sin la necesidad de meterme en los datos personales de nadie. Por favor sea amable, tome las claves de su  celda y no genere tildados  de datos, mi humilde refugio.

   El ciego estando inconforme absorbe las claves de su celda de datos y sube a desganos las escaleras. Una prostituta perteneciente a un sitio censurado, le ofrece placeres de las descargas sin límites ni costos extras. Las promete y  las cumple, con creses.

  Las conversaciones de alcoba son esclarecedoras.
             
  -Dime ¿A quién buscas, amor?. No pareces, caza recompensas o antivirus-. Dice ella mientras retoza desnuda a su lado.

    -Soy un detector-. El rostro de sorpresa en la prostituta, es más que esclarecedor. Los detectores son implacables, no tienen leyes como los navegantes comunes ellos eliminan lo que se les interponga.- Y busco a este evadido-. Mientras le dice estas palabras le entrega una imagen digital.
 
-Pero eres tú, el que esta en esta imagen.

     -No te confundas mujer. Ese que ves una copia, de mi bases de datos. Un ser defectuoso e ineficiente. Pero me robo la familia y hoy vengo a borrarlo definitivamente del software.

Y la eterna persecución continúa por el ciberespacio infinito.

Fin

Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi        

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