ESA SOMBRA NEGRA
La veo sentada en esa silla de alambres, con una solera floreada casi transparente. Su cuerpo sobra atravez de las rejillas. Siempre exigiendo atención, cada vez que me muevo ella salta e intenta hacerme sentir culpable. Pero no puedo recordar cuando fue de otra manera, vive para manipularme. Ni siquiera ahora de vieja me deja en paz. La veo ahí echada durmiéndose en esa silla, ni siquiera entabla una charla. Solamente me pide que me quede acá con ella, para verla dormirse, no entiendo esto. No es necesario, jamás lo ha sido. Mejor me voy, antes de cometer un acto del cual después me voy a arrepentir. Pero no me deja, una vez que intento ponerme de pie ella se despierte y me sujeta por el brazo.
-Nene. ¿Dónde vas?
-Solo iba a tomar un poco de agua y al baño-. Miento, realmente quiero salir huyendo de ese lugar.
-Me traes un poco de agua para mí, querido.
-Si, voy
Si, si. Quiero salir huir, desesperado y gritar al mundo lo que esta mujer hace conmigo. Pero no lo hago, solo me limito a buscar el agua para ella. Entro a la roñosa cocina con olor a viejo, pienso en calentar un poco de agua par un té. Cocina de mierda, solo andan la mitad de las ornayas y la otra la mitad se apagan. Cocina de mierda, vieja de mierda, sino fuera porque me paga para venir. No hago nada, mejor sirvo el agua. Busco los vasos. ¿En qué cajón los meterá?. Siempre cambia todo de lugar. ¡Oh, dios!. Acá están y todos sucios. Los lavo pacientemente, bueno no tanto. Se me rompió uno. Lo tiro total no lo va a notar. Mientras lleno el vaso ruego por que el agua de la canilla este envenenada, es imposible pero la esperanza no se pierde. Veo una buena cantidad de cuchillos, secándose al costado de la pileta. ¿Para qué querrá tantos cuchillos, una vieja ridícula y sola?. ¿Y si…. No, mejor no. Aunque si la matara quien notaria la diferencia. Después de todo está sola. Me dijo que tiene un hijo, pero no la quiere ver. Dichoso él, no tiene que aguantarla. Mejor le llevo el agua. Aunque lo del cuchillo…
-Tome doña. El agua.- La vieja se despierta de golpe. Escupe un gargajo, preparado durante diez minutos, agradezco no estar en frente de ella.
-Gracias, nene-. Toma el agua como intentando tragársela con vaso y todo. Se ahoga y comienza a toser. Ahí va otro escupitajo. Le doy pequeñas palmaditas en la espalda, no vaya a ser que me haga llamar al medico.
Tose por un largo rato. Luego que se le pasa, me siento nuevamente en la silla a su lado. Intento generar una charla, cuando me doy cuenta. Otra vez esta durmiendo, será posible. No es normal nadie pude dormirse tan rápido. Bueno alguien puede, y justo tenia que ser esta vieja. Me enojo y hago ruido con la silla haber si se despierta. No lo hace solo rebuzna y sigue durmiendo. Uff, que fastidio. Me enojo e insulto en vos alta pateo las sillas y todo se vuelve borroso.
Despierto en un auto. Me doy cuenta que es un taxi. El conductor sugiere que en lugar de ir a mí casa, debería, dirigirme a un hospital para hacerme ver las manos. Yo desconcertado, me las miro y las descubro completamente ensangrentadas. Le digo, que no se haga problema solo es un lastimadura pequeña. Llegamos a destino y me cobra lo que el contador dice. Todavía mariado, busco la plata. Lo siento mirándome por el espejo retrovisor, seguro que piensa, que no tengo para pagarle. Idiota, si tengo le pago e intento bajar del auto. Pero, y si se dio cuenta de donde vengo o que hecho. Claro seguro que un tipo como este siempre busca unos mangos extra. Seguramente cuando me baje va y le avisa a la policía. No se que hacer. Cuando me estoy bajando siento una punzada en la pierna. Un cuchillo serrucho. Me enfurezco y todo se vuelve borroso.
Fin.
Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi.
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