G-COX
Camina por el desierto infinito, pisando con sus botas metálicas huesos. Huesos que otrora pertenecieran a dos legiones interminables. La presencia de este soldado indica que una de ellas a triunfado. Patético triunfo el que deja a un solo sobreviviente, abandonado en un mundo estéril y agónico. Pero este ser se encuentra esultante, pues es mas que un simple soldado, su rango de general esta pintado en el pecho y los hombros de la armadura. Solo alguien que manda a otros a morir por él, puede sentirse triunfante en este lugar. Apenas es conciente de su situación, todavía no toma en cuenta que son pocas la posibilidades de volver al satélite táctico. Tampoco le importa mucho, los sistema vitales de la armadora lo mantienen con vida y lo aíslan. Después de caminar por varios kilómetros, decide detenerse y comunicarse con el equipo de extracción del satélite táctico.
-Aquí el general Cox-. Del casco se oye un zumbido como una radio mal sintonizada. –¿Base me recibe?
Por unos segundos más se oye la estática. –Aquí base táctica.
-Solicito extracción inmediata Base. Enciendo las balizas para que puedan detectarme.
-Señor tenemos un inconveniente, no podemos precisar su posición para extracción.
-¿Cómo?. Deben sacarme, soy un general cuatro estrellas. No pueden, ni deben dejar en este lugar.
-Señor, cálmese. Vamos a triangular su posición, para enviar a otra unidad que se encuentra a unos kilómetros y así poder recogerlos a los dos.
Por uno instantes piensa en protestar, pero no lo hace es demasiado desgaste de energía. Se limita a dejar la radio abierta y espera. Alcabo de dos horas, las pantallas del casco se apagan y el calor comienza a ser agobiante dentro de la armadura. La resistencia de Cox llega al limite, desesperado se quita el aparatoso casco. Los motores de los brazos mecánicos, ubicados en la espalda, chirrían. Al retirar el casco las gigantescas manos casi le arrancan la cabeza, no están preparadas para trabajos de presición, sirven únicamente para el combate. Espantado descubre dos verdades, la primera que una vida de comodidades no lo han preparado para las inclemencias climatologicas y la segunda que ya no tiene mas radio ni sustento vital. Mueve las palancas internas para echar hacia atrás la enorme maquinaria, con un suspiro hidráulico termina al fin la vida del ciclópeo aparato. Al gran general de cuatro estrellas, le queda solo esperar.
Esta desesperado por irse a su casa con sus padres y novia. Hace tres hora envió el pedido de recogida a la base. Estos no tuvieron mejor idea que ordenarle ir a recoger a un general. A visto morir demasiado amigos y ha matado muchos enemigos, por las patéticas directivas de los generales. No le hace gracia esta ultima misión, si por él fuese dejaría a todos los generales en el planeta. Especialmente los que dijeron, que debían reducir la vida útil de los sistemas vitales para aumentar la cantidad de armas. Abandona su cavilaciones subversivas cuando en la pantalla del casco surge la imagen borrosa de la armadura de Cox. Antes de hacer contacto comienza a trasmitir a la base y enciende las balizas de detección. Detiene su carrera unos pocos metros antes de llegar a la armadura del general. Los estallidos de huesos, pisados por él, callan abruptamente. Sorprendido descubre que la armadura del general esta desactivada y bacía. Con sus sensores escanea y confirma que nunca hubo nadie dentro del aparato. Informa de la situación y desde la base confirman la ausencia del alto mando. Unos minutos después el soldado es extraído con un modulo de recogida.
Es una pena que los técnicos consideraran oportuno, que las armaduras no pudieran identificar seres orgánicos vivos, de aquellos muertos. Si así hubiese sido el soldado podría haber visto al general fuera de su armadura. También podría haber evitado aplastar al general, debajo de su enormes botas metálicas.
Fin.
Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi.
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