EL RELIGIOSO
Esta es la historia de Andrés Malpaso, un hombre cualquiera, en realidad no había nada que lo hiciese particularmente especial. Como todo hombre trabajaba 8 horas diarias, a veces más. Pero nada extraordinario, incluso como mucha gente buscaba un amparo o respaldo religioso. Justamente es aquí donde Andrés se diferenciaba de los demás, pues poseía una mala suerte increíble con respecto a las creencias religiosas. Le voy a explicar con mayor detenimiento. Resulta que Andrés comenzó siendo católico, pero su fe fue flaqueando ante los diversos desplantes a la hora de practicar el culto, donde cada intento de practica seria interrumpido o desvirtuado y hasta a veces ambos a la ves, por distintos hechos curiosos. Primero cuando el cura párroco entregaba la ostia, al tocarle a Andrés, siempre se quedaba sin unidades. Incluso Andrés jamás pudo tomar su primera comunión, ni que hablar de la confirmación. Con el tiempo estos extraños hechos, fueron convirtiéndose en algo habitual, símbolos religiosos que desaparecían a la hora de la misa, el vino que se evaporaba, la puerta de la iglesia que no habrían dejando a toda la congregación de feligreses fuera del edificio. Ante tales desaires, Malpaso decidió darse prisa y abandonar la religión católica.
No se desanimo, no señor, decidió hacerse judío y así comenzó a leer la Torá, con empeño y pasión, la leyó memorizando cada renglón, pasaje o pagina. Llego incluso a discutir con los rabinos sobre los distintos e interesantes callejones teológicos y filosóficos, que propone esta religión. Paso el tiempo y estos mismos ancianos, al ver la devoción con la que abrazaba los preceptos de dios, le exigieron la celebración de su Bar Mitzvah. Así es como orgulloso y con un sonrisa de oreja a oreja, marcho a recitar la Torá. Por primera vez había encontrado una religión que le daba lugar, a él, con sus conocimientos al fin iba tener una guía espiritual. Altivo se paro frente a los rabinos jerárquicos apoyo su Torá sobre el atril, era un hermoso libro, forrado en cuero, grabado con letras doradas, escrito íntegramente en árabe. ¿Cómo? . Así es estaba completamente escrito en árabe. Pero Andrés no se desanimo y comenzó a citarlo de memoria. Con tal mala suerte que aquellas sitas salieron de su boca en turco y los pasajes citados no fueron los de la Torá, sino los del Corán. Estupefacto abrió los ojos y quedo mirando a los ancianos rabinos, estos le respondieron con la misma mirada. Se hizo un silencio de sepultura, en la sala, donde no volaba una mosca. Nadie sabía que hacer o decir. Solo el viejo Abrahán, dijo unas palabras. Algo violentas, por cierto.
-Hay que circuncidarlo con un hacha oxidada-. Clamo el sabio anciano. Mientras Malpaso, se daba a la fuga, en una desesperada carrera.
Esta vez si que se hallaba desairado y contrariado. ¿Cómo podía ser por que dios lo rechazaba? ¿Cuál era su falta para provocar tal rechazo?. No lo entendía y aun así creyó ver una señal en todo esto. Pues que otra cosa podía significar la metamorfosis del Torá en el Corán. Debía seguir los pasos del profeta y seguir las enseñanzas de dios a través del Islam. Así lo hizo. Busco una Mezquita y comenzó su formación islámica. Contento encontró grandes similitudes entre él y Mahoma pues ambos no encontraban cobijo en el cristianismo y el judaísmo. Incluso fantaseo con que talvez, Mahoma había pasado con las mismas vicisitudes, antes de recibir la palabra del señor. Pero no iba ir bien, por mucho tiempo. El primer problema tuvo su origen en la desorientación. Puesto que a la hora del salat, hora del día en que se realizan cinco rezos mirando hacia la Meca, Malpaso jamás pudo ubicarse en que dirección se encontraba está. Pero se lo perdonaron, pues es sabido que la tierra es redonda, por consiguiente siempre se reza en dirección a la meca. El error imperdonable sucedió, cuando en su primera peregrinación hacia la Meca en la época del Ramadán. Frente al imán Malpaso en lugar de rezar, como los demás fieles, gritó horriblemente. Luego del grito, brotaría de él un hedor insoportable espantando a todos los peregrinos. El imán decidiría desterrarlo de la religión y el mundo islámico.
Desahuciado y como le quedaba cerca, viajaría a la india donde intentaría adoctrinarse en el hinduismo. Pero en un intento de rezo a Krishna notaria que la estatuilla de cerámica, con sus múltiples brazos, realizaba una seña bastante desacorde para un dios. Quien a pesar de su estado divino, conocía muy bien las utilidades de sus múltiples dedos medios. Espantado abandono la india hacia Asía. Pero no intento con el Budismo, como cabria esperar. Pues cuando pensó en seguir el camino de Buda, un hombre calvo de unos 200 kilos apareció de la nada quiso envestirlo. Con la cabeza gacha y completamente desesperanzado volvió a su casa.
Ante la terrible necesidad de guía espiritual, Malpaso comenzó a estudiar teología. Intentando averiguar que era aquello en lo que cometía errores a la hora del culto. Errores tan grandes que provocaba la furia de dios y/o dioses. Entre todos sus estudios de teología encontró la existencia de lo que, él, considero como la religión perfecta. Encabezada por un dios realmente innovador. Debido a que este ser celestial, no exigía fidelidad alguna, mas bien se rebajaba por obtener fieles. Romax, nombre de la deidad en cuestión, fue conocido en la antigüedad como un dios completamente prostituido en post de conseguir seguidores. Este ser divino jamás se lo pudo encasillar si era una deidad buena o un ferviente representante del mal. En realidad militaba en ambas filas, indistintamente, puesto que en algunas culturas exigía sacrificios humanos, guerras, etc.. En otras predicaba la clemencia con el prójimo, también ayuno y oración. Esta dualidad de culto implico una total perdida de fieles para Romax. El cual comenzó a ofrecer milagros de cualquier tipo con tal de que alguien dijiece su nombre. Todas estas rezones fueron un atractivo casi irresistible para Malpaso. Así Malpaso comenzó a armar su culto, uno completamente libre donde todo estaba permitido mono y politeísmo. Gracias a que Romax reconoce todas las religiones las existentes y las por existir. Culto donde la originalidad era premiada y hasta alentada. La libertad religiosa tolerada por Malpaso llego a tal punto que en lugar de rezos en el templo se podía entrar gritando, no era particularmente necesario decir alguna palabra alusiva, solo alcanzaba con un grito desesperado. A los fieles se les repartía, ostias, vino, agua vendita, tekila, vodka, incluso consiguió traer agua del Ganjes para bañarse.
Con el tiempo Malpaso termino por darse cuenta que él era único fiel, sacerdote, acolito, monaguillo y señora que colabora con la limpieza del templo. Pero no se desanimo, por que a diferencia de las otras religiones donde el rechazo se hacia presente en los primeros días de pertenecer a dicha religión. Todo fue viento en popa hasta aquel fatídico día, en el que recibió la letal carta inesperada. Esta misiva decía:
Para el Señor Andrés Malpaso:
Del escritorio de Romax:
Querido señor Malpaso me dirijo a usted, debido a la noticia de que usted profesa con devoción mí religión. Notificándole mí existencia y propagando por el mundo mí palabra. Pero si bien yo me siento completamente alagado, que después de tanto tiempo alguien me recuerde. Obligado debo de notificarle mí completa inexistencia. Así es nobleza exige, yo no existo. Por esta razón tan importante, debo solicitarle que por favor deje de creer en mí, pues esta acción es en vano. Disculpe las molestias ocasionadas y las involuntarias esperanzas.
Gracias.
Dios Romax, aquel que no existe.
Malpaso jamás se pudo recuperar de esta carta, aun así hoy día sigue buscando un respaldo espiritual.
Fin.
Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi
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