REBECA
- Buenas noches, señor Leonardo- dice ella mientras me inclino a besarle la mano. Sonrío ampliamente y la observo. Cuando me incorporo, procedo a recorrerla con la mirada, extasiado en su belleza. El ancho vestido que lleva puesto le cubre sus, seguramente perfectos pies. Continúo mí excursión notando cada detalle de su atuendo. El cual supongo será, tal vez, del siglo XV o XVI. Me confunde la decisión de esta hermosa criatura de no usar el desmesurado cuello tan de moda por estos tiempos. Perdón en aquellos tiempos. Aunque la desaparición de tal estorboso adorno, muestra al envidioso mundo la tersa piel de sus delicados senos. Los cuales parecen agitarse ante mi presencia. Quedo extasiado con la impactante visión. Desecho las libidinosas ideas que me asaltan, pues es de ser conciente de mi situación. Aun así tengo que seguir observándola. Por eso continuo el placentero viaje. Paso por sus delicados labios en los cuales desearía morir. Al fin, concluyo la mi detallada travesía en sus intensos ojos color plata. En mi humilde opinión, puede decir que estoy ante la perfección.
La tomo de la mano como es costumbre aquí y la invito a recorrer el salón de fiestas. Ella acepta haciendo un pequeño ademán con la cabeza. Caminamos saludando a los invitados. Por un momento me distraigo en una charla, con el conde Rochester. Rebeca me suelta la mano para continuar con los saludos los saludos protocolares en solitario. Siento pesar, pero la dejo ir. Quedo mirándola por un momento mientras se marcha. Noto que el pelo recogido deja ver en su nuca una pequeña marca. Debería hacer algo con eso. Rochester continua con el inútil parloteo que lo identifica tan bien.
-Señor Leonardo ¿qué opina usted, de los últimos descubrimientos alquímicos de Alejandro?-Rochester cumple con su objetivo. Es un noble de mirada conspiradora. Nariz exageradamente grande que da la sensación de estar mirando un cuervo. Flaco y encorvado. Casi no parece humano. Eso no debería ser así. Es completamente desagradable y repulsivo. Intento responder alguna de las preguntas que hace. No me deja. El termina por responderse a sí mismo.-Si ya sé que la obtención de oro atraves del plomo puede desestabilizar la economía mundial. Pero es lo mismo que dijeron con la informática industrial. ¿Y la llegada del motor a vapor?-.Escucho otro error a corregir, el conde tiene muchos con respecto a la información.
Ella pasa por detrás del conde, invitándome con la mirada a seguirla. Yo asiento con una sonrisa. Por mí parte, para poder seguirla, corto bruscamente el monologo de Rochester. Se esta acción me traerá consecuencias. Lo confirmo al ver la mirada de odio que me echa el noble al irme. No me importa, solo quiero ir con ella.
Después de sortear invitados y siervos, finalmente llego al balcón. La encuentro de espaldas, apoyada en la baranda, mirando a lo lejos. Camino despacio mirándola y tratando de olvidar el bullicio de la fiesta. Las luces se prenden y apagan. Tal vez sea el viento, no sé, solo quiero estar a su lado. Cuando estoy por tocarla la luminaria más cercana a ella muere definitivamente. Quedamos en penumbras y acaricio sus pequeños hombros. Le beso el cuello y ella sigue abstraída mirando las estrellas. La indiferencia de su parte termina desesperándome. Así que la tomo con un poco más de fuerza por los hombros y la hago girar. Sorpresa, si, la sorpresa me embarga. Pues ella esta llorando. Entonces comprendo que he logrado mi objetivo. Aunque siento la felicidad brotar en mí, no lo demuestro e intento comportarme como un caballero. Así que ofrezco secarle las lágrimas. Ella se niega amablemente. Intento abrasarla para consolarla. Pero en ese momento uno de los siervos sale al balcón. Es en ese preciso instante cuando se me ocurre una idea para confortarla. Le hago señas al criado y este se acerca a nosotros. De un salto me pongo de pie, ubicándome a su costado. Llamo la atención de la bella Rebeca, diciéndole:- Mí dama, permítame demostrarle el más preciado de mis secretos.
Con mis dos manos le tomo la cabeza al siervo y este no se inmuta. La joven cortesana me mira con ojos extraviados pues no entiende lo que hago. Por mí parte sin prestarle demasiada atención toco tres botones detrás de la nuca del criado. Las trabas de seguridad saltan haciendo un pequeño ruido en seco. Los ojos de Rebeca parecen querer salirse de sus orbitas. Me pongo en una ridícula posición de exposición y le digo a toda sonrisa:- Amada mía, este es el más preciado de mis secretos-. Ella enmudece, mientras levanto el rostro del sirviente, mostrando una mañana de circuitos.
Rebeca se cubre el rostro con las dos manos. Por un momento intenta articular alguna palabra, sin conseguirlo. Ante tal gesto me siento orgulloso, pues la veo cada vez más bella. Después de forzarse, por unos segundos, consigue decir algo.- Leonardo, no lo puedo cree…-
El humo comienza a surgir desde la nuca. La ilusión se pierde. Fastidiado, tomo el rostro de Rebeca, como antes hice con el sirviente y lo levanto. Mis esperanzas estaban puestas en ella. Demostró tener creatividad y algo de improvisación. Pero inclusive para una unidad avanzada, todavía me es imposible conseguir un gesto de sorpresa verdadera. No quiero abandonarla, pues aun así es perfecta. Por eso con resignación me pongo a trabajar en sus circuitos, pensando que lo único que uno realmente ama en el siglo XXII, es su creación. Incluso si este es un robot de una exposición del siglo XV.
Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi
Les dejo este cuento que fue el primero y hasta ahora el unico publicado en un medio masivo mas especificamente en el año 2008 como participante sin premiar de un concurso sobre ciencia ficción, en el diario hoy día Córdoba.
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