MUSTANG
Llego trece
minutos antes de
lo acordado. Estaciono
mi Mustang negro
frente a la
casa. Casa bastante
lujosa por cierto,
no es precisamente
una mansión perdida
en alguna zona
rural, sino que se
encuentra en una
zona residencial. El
tamaño de la
suntuosa vivienda debe
de ser unas
cincuenta veces mas
grande que mi
departamento y una
decienta veces mas
cara, calculo yo, a
pesar de
eso no resalta
entre las casas
vecinas las cuales
son todas bastante
lujosas. Bajo del
auto sin tiendo
un poco bastante
de envidia no
me gusta venir,
pero es la
casa del jefe
y si el me llama
debo venir como
sea. Camino por el
sendero del jardín
americano que precede
a la puerta
de entrada, veo
flores y plantas
que en mi
vida he visto,
es curioso como
los resucitados cuando
consiguen algo de
pasta quieren hacérselo
saber a todos
y para muchos
los jardines son su
vidriera ideal. Termino
frente a la
puerta, toco el
timbre y me
doy con otro
ejemplo de nuevo
millonario, el timbre
hace ruido a
un gong. Dios
mió es patético.
Una mucama me
habré la puerta,
al verla nota
que el jefe
no ha perdido
las viejas mañas,
mas que una
mucama párese una
actriz porno. Como
me gustaría tener
una mujer así,
en vez de
la puta barata,
flacucha y chata,
que cuando llego
al departamento esta
tan drogada que
ni para tener
relaciones sirve. Necesito
sacarme la bronca
por tener una
vida de mierda,
por eso le
toco el culo
a la mucama,
no lo hago
de una manera sutil
y rápida sino
que le hundo
la mano entre
las nalgas, la
pecho contra la
puerta de su
boca escapa un
suave y provocador
jadeo, la muy zorra
conoce su trabajo.
Por mucho que
me quisiera quedar
a disfrutar de
su cuerpo, estoy
por cuestiones laborales, debo ser
profesional.
-El jefe,
¿dónde se encuentra?
-En el
estudio.
En mi
camino al estudio
me cruzo con
una belleza, rubia,
delgada, grácil como
una muñeca de
porcelana. Es la
esposa del jefe
una delicada niña
refugiada del viejo
barrio, siempre le he envidiado
la suerte con
las mujeres. No
me saluda, solo
me mira con
odio, evidentemente sabe
para que estoy
aquí. Pobre mujer piensa
que puede cambiar
al viejo idiota.
Otra cosa que
yo quisiera tener
y le envidio.
Hace una
hora que el
gordo desagradable e
imbecil no deja
de hablar. Parlotea,
parlotea, intentando justificar
por que le robo
al jefe. El
jefe lo mira
con displicencia casi
como si comprendiese,
las supuestas buenas
intenciones de la
bola de sebo.
Conozco la rutina
debo permanecer detrás
de seboso y
esperar la señal.
Camino de un
lado para el
otro, miro los
adornos en las
vitrinas, cada una
de estas baratijas
deben de valer
mas de lo
que este miserable
me paga por
año. Ha un
costado de la
habitación, me encuentro
sorprendido de ver
una biblioteca, rareza,
rareza, se ve que con
los años al
viejo se le
dado por ponerse
a leer. Intento
tomar uno para
ojear y me
llevo una sorpresa
los libros son
falsos. Lo que
parecían varios lomos
de libros, resulta
que son bloques
de madera con
forma de libros.
Patético, pero no
me extraña si
el jefe lo
único que ha
leído son sus
derechos termina en
la cárcel.
Al fin
la señal.
Le pedio
a la bola
de sebo que
me acompañe mientras
el jefe piensa
en sus justificativos. Me
cuesta llevármelo, no
quiere salir con
migo lo agarro
del brazo y
tiro de él.
Salimos a caminar
por los jardines
de la mansión.
Las reglas son
muy especificas, nada
de armas en
el predio de
la casa. Por
eso hay en el fondo,
casi oculto entre
dos árboles hay
una pequeña piecita
de madera completamente
vacía. Lo pecho
al interior, antes
de entrar miro
para todos lados,
siento la mirada
de ella detrás
mió, no le
doy importancia y
entro. La pelota
de grasa esta
de rodillas en
el suelo llorando
como una criatura
de cinco años.
Por dios espero
tener un poco
mas de dignidad
cuando muera. No
le digo nada,
el sabe lo
que voy a
hacer, me paro
detrás siempre llevo
en el bolsillo
un cordel enserado.
Lo enrosco al
rededor de su
cuello, es tan
ancho que apenas
puedo sostenerlo. Intenta
resistirse, tiro, me
lastima los dedos
le coloco la
rodilla en la
espalda. Aprieto ya
no se resiste
con tantas ganas,
lo oigo vomitar,
siento su peso
muerto colgando del
cordel. Lo dejo
caer al piso
la cabeza hace
un ruido sordo
al golpearlo. Saco
un pañuelo del
otro bolsillo y
seco mi transpiración. Mientras
salgo de la piecita enrosco
en cordel. Afuera
siento un fresco
olor a jazmines,
sin mirar se
que ella esta
aquí. Al fin
levanto la vista
esta parada frente
a mi, esta
vestida con una
solera blanca casi
transparente, su delicada
figura se nota
debajo de tan
livianas ropas.
Un pensamiento
se me cruza
por la cabeza, por
ella traicionaría a
quien sea, luego
me pierdo entre
sus brazos. ¿Sabrá el
viejo idiota que
las traiciones no
se producen por
dinero?
Fin.
Autor: Nicolás
Vilaró-Tronfi
No hay comentarios:
Publicar un comentario