LA FORJA
El acero
se hunde en
las brazas infernales,
eleva su temperatura
hasta volverse casi
liquido. Brazos quemados
por escupitajos de
metal y carbón
retiran la barra
de acero alejándola
de la ardiente
agonía, solo para
someterlo a la
tortura de ser
golpeado. Así sucede
la masa cae
sobre el acero
incandescente deformándolo. En
un vano intento
de defensa desprende
partículas, las cuales
caen en la ennegrecida piel
del forjador que
al penetrarla producen
un siseo. El
victimario párese no
notar las quemaduras,
continua castigando impasible
el trozo de
metal incandescente. Poco
a poco y cediendo a
los golpes la
barra de acero va tomando
forma, moldeándose ante
la mano del
maestro. Repite la
tarea una y
otra vez hunde
la barra acero
en las brazas,
hasta convertirse en
una hoja. La
tarea dura un
día y una
noche, detrás del
forjado en las
sombras los demonios
ríen a placer,
gritan de lujuria
gozan el momento.
El forjador continúa
castigando al trozo
de metal. Hasta
que al fin
consigue su objetivo
lo sumerge en
la piadosa agua el ardiente
y sufrido acero
suspira de alivio.
Solo queda pasarlo
por las piedras
circulares. Cuando la
poderosa espada esta
terminada los demonios
huyen espantados. Al
terminar su trabajo
el forjador, antes mudo,
bautiza a la
fabulosa arma, la
saeta de dios.
Fin.
Autor: Nicolás Vilaró-Tronfi
No hay comentarios:
Publicar un comentario