AGUAS
NEGRAS
El corre embravecido por
sinuosos caminos golpeando a las inamovibles
rocas, que testarudas se niegan
a rendirse ante
el poder crudo
del agua. Aguas que
bajan violentamente. Aguas que en
otro tiempo eran
cristalinas ahora son
negras como el
alma del diablo.
Río arriba una
guerra se entablo,
una guerra sin
villanos o héroes,
donde los virtuosos
y los malvados
jamás aparecieron. Fue un
combate entre dos
ejércitos compuestos por
seres humanos sencillos
y nobles obligados
a estar allí.
Subiendo río
arriba encontramos al primer cadáver sus
rasgos no difieren
mucho de un
hombre caucásico promedio,
en su bolsillo
hay una foto
de dos niños
hijos suyos, sonriendo,
disfrutando el momento.
Pasaran dos semanas
hasta que un
cabo les lleve
la medalla de
honor y les
cuente como murió
heroicamente su padre.
Pasaran años antes
de que los
dos niños puedan
recuperarse del trauma
y formar una vida. Aunque
el mayor decidirá
seguir los pasos
de su padre,
evocando que este
se sentiría muy
orgulloso de él,
solo estará dos
años en el
servicio y luego
marchara al frente
para morir. En cambio
el menor adiara
todo uniformado y
cuando su ciudad
sea invadida decidirá
llevarse a su
familia lejos. Morirá
añorando la patria
perdida.
Si seguimos
subiendo y nos alejamos
un poco de la
costa encontraremos al
segundo muerto. Parapetado
detrás de una
enorme roca sostiene
un fusil entre
sus manos, por
el uniforme podemos
deducir que era contrario
al anterior y
por su ubicación
también es fácil
suponer que fue quien
lo abatió. En
su patria natal
lo espera una
mujer quien se prometió a
él. Lo espera
ansiosa para darle
la noticia de que se encuentra
embarazada. Ningún oficial
le avisara solo
podrá enterarse por
la madre de él. La
cual terminara por
ignorarla y rechazar
al niño no
nacido. La prometida
jamás recibirá apoyo
alguno del gobierno,
su hijo nacerá
en la peor de las miserias se
verán obligados a
mendigar por el
reto de su
existencias.
Sesenta personas
yacen al rededor
del río, todas
con historias similares
y distintas al mismo tiempo.
Pero la guerra
es indiferente no
conoce de hombre
o mujeres solo sabe
de resultados y
estadísticas. Solo el silenciosos
río sabe teñir
sus aguas de
negro, para guardar
respetuoso luto.
Fin.
Autor: Nicolás
Vilaró-Tronfi
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