IMPRECIONES MATERNAS
Helena a
vivido durante casi
toda su vida
en Atenas, siempre
respetando las buenas
costumbres, gozando una
posición bastante acomodada
al ser esposa
de uno de
los miembros mas
acomodados del parlamento.
Por esta razón
se sorprendió cuando
al nacer su primogénito,
dudaron de su
palabra y la
acusaron de adulterio. Para apoyar
sus palabras la
partera le trajo
al recién nacido
para mostrarle que
este era moreno
como el carbón,
cuando ella y
su marido eran blancos
como la seda virgen.
Su esposo le
grito, la repudio
y exigió que
fuera llevada ante
un tribunal de
notables, para que
estos decidieran la suerte de
la mujer. Se
contemplo el umbral
de un día
para que la
mujer se recuperase
del parto y
que esta pudiese
alimentar al niño
recién nacido quien
después de todo
no tenia la
culpa de nada,
también podría significar
un buen resarcimiento económico
para el supuesto
padre cuando tuviese
la edad de
ser vendido como
esclavo.
La mujer
fue llevada junto
con su hijo
frente al tribunal.
Para que estos
pudiesen constatar el
delito se procedió
a colocar a
la singular familia
uno al lado
del otro, quedando
el recién nacido
en medio de
los padres. Los
jueces advirtieron que
los progenitores lucían
un blanco pálido
en sus pieles
mientras que el niño
era marrón como
un viejo labriego
expuesto durante décadas
a los rallos de
Apolo. Para darle
un mayor marco
de legalidad se
procedió a llamar
un especialista en el
estudio del cuerpo
humano, al por
entonces incipiente Hipócrates
quien realizo un
profundo estudio de
la situación. El
estudio de Hipócrates
contó en no
solo un análisis
físico de las
personas implicadas, sino
que sumo la
investigación del entorno
de las mismas.
Curiosamente el resultado
dio que la
mujer era inocente
de adulterio, pues
la pigmentación atípica
del niño se
debía a un retrato de
un moro, el cual
se encontraba en
la misma habitación
de la joven
madre. Sorprendidos por
el nuevo concepto
acuñado por Hipócrates,
el de impresiones
maternas por el
cual el no nato adquiere
características de aquello
que provoque un
cierto impacto en
la madre, el
tribunal dictamino la
inocencia de la mujer. Por
su parte la
mujer habiendo sido
salvada de ser
lapidada le agradeció
a Hipócrates con
20 monedas de
oro. El marido
la agradeció por
haberle devuelto la
honradez a su familia,
con 30 monedas
de oro. Por
su parte el moro
del retrato dio
las gracias por
las 10 monedas
de oro, que
Hipócrates le pago
y jamás fue
vuelto a ver
por Atenas.
Fin
Autor: Nicolás
Vilaró-Tronfi
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