EL
GIGANTE DE JADE
El cielo
se quiebra detrás
de mi, los
rayos cruzan entre
la nubes marcando
una tela araña
de luz buscando
una victima. No
se que hago
aquí vestido con
la ropa de
trabajo. Evito caminar
por las calles
mas transitadas, si
bien me he
puesto un sobretodo
aun así se
que las botas
doradas que asoman
por debajo llaman
la atención, al
igual que la
mascara verde con
ribetes dorados. Supongo
que si alguien
me viera correría
a pedirme un
autógrafo, pero hoy
no busco notoriedad,
es mas creo
que después de esta
noche me retirare.
Preciso estar con
mi familia, cuidarlos,
intentar recuperar lo
perdido, si es
posible. Si me
viesen los muchachos
dirían que el
trabajo se me
subió a la
cabeza. Ya se no
soy el gigante
de jade, quien
sobre el Rin
es imbatible y
no tiene contrincante. Lo se
solo soy Pedro
Vargas, portuario devenido
a luchador de catch. Saben,
cada vez que
miro a los
ojos de mi hijo veo
un brillo especial,
él cree que
soy un héroe
de verdad. Miren
si incluso llegue
a salir todos
los días de
casa con la mascara puesta,
para que él
sintiera la emoción
de ver a
su héroe ponerse
la mascara. Estuvo
meses guardando en
secreto mi identidad
incluso ante los
compañeritos de la
escuela. Si soy
su héroe, claro,
que buen héroe
soy cuando no estuve
para proteger a
su madre. Dios
esas bestias la
golpearon hasta casi
matarla mientras la
ultrajaban. Y yo,
mientras tanto haciéndome
la estrella televisiva,
me odio por
dejarlos solos, desprotegidos, a
merced de la
mierda. No cae una
sola gota, estoy
parado frente a una
puerta descascarada me
encantaría dudar de
mis futuras acciones
pero no es
así, las dudas
me llevaron a esta situación.
Un trueno se
hace sentir por
todos lados, párese
que el mundo
se esta por
venir abajo, mí
mundo ya cayo.
Fue todo
un acontecimiento cuando entre
al hospital corriendo
como un poseso,
vestido como luchador
y preguntando por
ellos. Una enfermera
me pidió calma
y con serenidad
me guió hasta donde
estaban. Cuando lo vi
sentado al lado
de mi hermana
un miedo infinito
se me metió
en el cuerpo,
no lo habían
tocado, pero si vio todo
y parecía con
tan solo cinco
años un viejo
de casi cincuenta.
Asustado como estaba
cuando sentí el
abrazo de mi
hijo se me
aflojaron las piernas
y caí de
rodillas, luche con
todas mis ganas
para evitar llorar,
algunas lagrimas se
escaparon. Luego de
un momento de
sostenerlo entre mis
brazos, oí la voz
del medico quien carraspeaba para
llamar la atención.
Alce a mi
hijo y camine
hasta el medico, este
con mirada de
muerto levanto su mano
derecha como si
pretendiese detenerme.-Por favor
quisiera hablar con
usted a solas-
Me dijo mientras
su mirada se volvía
mas profunda y
oscura. Baje a
mi niño y
el pavor se
apodero de mi
camine detrás de
medico hasta un
consultorio vació. Estuvimos
hablando durante veinte
minutos. Dios mió,
las atrocidades a
las que fue
sometida mi esposa
me son imposibles
de enumerar las
imágenes que han
surgido en mi
mente desde ese
entonces ya no
las puedo borrar.
Amablemente me ofrecieron
pasar a verla,
pero no pude
estaba completamente ciego
de odio y
frustración. No podía
entrar y verla en
el estado que
había quedado cuando
era mi responsabilidad cuidarla, protegerla.
Salí caminando como un
zombi, ignore todo
lo que había
a mi alrededor
a los medico, a
mi hermana, solo
tuve un gesto
para con mi
hijo le di
una palmadita en
la cabeza y
continué caminando. Al
llegar a la
mitad del pasillo
descubrí que en
el suelo había
quedado tirada la
mascara del gigante
de jade, me
agache y la
levante, mire al
pequeño sentado junto
a mi hermana,
sentí que el
creía que su
héroe le había
fallado. Hecho una
furia abandone el
recinto.
Ahora estoy aquí
mirando esta puerta
descascarada, sin recordar
como llegue. Debiera
embestirla y así
tirarla abajo, pero
todavía intento ser
decente en un
mundo que cada
vez se vuelve
mas y mas
salvaje, golpeo sintiéndome
un idiota. Por
unos momentos nadie
me atiende, empiezo
a entrar en
razón que hago
aquí por que
lo hago, ella
no se va
ha recuperar por que
yo la vengue.
Cuando ya estoy
decidido a irme,
la puerta se
habré. Una joven,
casi una niña
habré la puerta, es
delgada en extremo,
blanca como la
muerte, esta en
ropa interior, su
mirada se encuentra
perdida en la
infinidad de narcóticos
que debe haber
consumido, de su
cuello cuelga una
cadenita de plata
con un camafeo
en forma de
corazón. Mis ojos se
desorbitan e inyectan
en sangre, la
cadenita es la
que le regale
en su aniversario
a mi esposa.
La locura y
el odio vuelven
a mí. La
joven nota mi atuendo
debajo del sobretodo,
las calzas y
la mascara verdes
con ribetes dorados.
Empieza a reír de
manera histérica, vaya
a saber que
le causa tanta gracia
a esta adicta
de mierda. Doy
un paso hacia
ella y con
total calma le
propino un mandoble
con la mano.
Siento un ruido
extraño como si
algo se quebrase,
ella cae al
piso su cabeza
termina en una
posición imposible. Caída
en el suelo
tiembla y escupe
un líquido oscuro.
Escucho un hombre
gritar.
-¿Qué hiciste? Perro-. Preguntando
obiedades viene hacia
mi con un
hierro o tubo
de plomo, no estoy
seguro tampoco me
importa. Casi sin
mirarlo y antes
de que él
pueda hacer algo
se lo quito
de las manos.
Una vez en
mi poder el
improvisada arma, la
sostengo como un
Bat y le
propino un golpe
en la cabeza
otra vez oigo
el chasquido. El cuerpo del
hombre cae sobre
el de la
joven. Ambos permanecen
inertes a mis
pies.
Oigo un
chistido detrás de
una puerta cerrada,
arrojo el caño
y camino hacia
ella. Estúpidamente camino
directo a la
puerta, siento un ruido
tenue apenas perceptible,
no se por
que tal vez un sexto
sentido me tiro
de panza a
un costado. Detrás
de mi oigo
un explosión y
todo el centro
de la puerta
sale volando astillado.
Me quedo quieto
en el piso
por unos momentos
mientras escucho como
la puerta se
habré, sopeso la
situación. Siento como
unos pasos sigilosos
se acercan, sigo
si moverme. Se
escucha una sonrisa
satírica, seguramente piensa
que estoy muerto.
Me asesta una
patada en el
estomago para hacerme
girar. Cuando doy
la vuelta se
sorprende de ver
mi mascara verde,
aprovecho y utilizo
mis años de
experiencia en el
Rin lo tomo de una pierna
y lo arrojo
hacia atrás. Cae
golpeando una pared,
la escopeta se
le escapa de
las manos. yo
me incorporo y
antes de que el
pueda reaccionar alejo
el arma de
fuego. Estoy de pie
frente a él, no
puede pararse el
golpe y las
drogas lo han
dejado fuera de
cualquier resistencia. No
es suficiente, no
me es suficiente
necesito más. Es
delgado y menudo
a su lado debo
de parecer un
enorme elefante, tiene
la cabeza completamente
rapada y se
le ven marcas
como de agujas.
Este tipo estaba
perdido desde antes
de que yo
llegara. Pero no
me resigno a
que quede vivo y vuelva
a la calle.
Levanto mi pie
y lo piso
como la cucaracha
que es. Una,
otra y otra
vez aplasto su
pecho hasta que
la botas quedan
manchadas de sangre.
Resignado a no
poder seguir destrozándole, decido
irme al salir
arranco la cadenita
de cuello de
la muchacha, pues
no es de
ella. Camino hasta
el jardín de la vivienda,
cuando un terrible
dolor me asalta
no puedo seguir
caminando caigo quedando
sentado en el
piso. Llevo mi mano al
costado, la miro
esta manchada de
sangre y es
mía. Solo pienso
que es un
lastima no voy
a poder devolverle
la cadenita a
mi esposa.
Fin.
Autor: Nicolás Vilaró-Tronfi
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