EN EL PAÍS DE LOS CIEGOS…
Se arranca sus vestiduras de esclavo, desviste con sumo cuidado al vagabundo. Cuando mueve el cuerpo del pordiosero siente que este hace ruidos realmente asquerosos, al girarlos desde su boca surge un liquido viscoso que mancha las manos del tuerto es un liquido mezcla de sangre, bilis y alcohol barato. Ante tal ataque del difunto el tuerto retrocede asqueado, se siente algo molesto pues a perdido el abrigo ha quedado completamente inutilizado. Como un niño caprichoso patea la cabeza del vagabundo y lo insulta con una mezcla de vocablos a medio aprender. Un trueno suena a lo lejos el tuerto, a pesar que desconoce que es no le da importancia, cree que todavía esta muy cerca del centro de donantes. Molesto por tener que seguir vestido con la camisa que marca su numero de serie, decide seguir avanzando.
Camina por horas, gracias a los numerosos experimentos con su terminales nerviosas no siente cansancio. Aun así su cuerpo sufre una tención casi extrema. Termina por llegar a la vera de una ruta, varios autos pasan frete a él, no le sorprende pues dentro de sus ejercicios de memoria vio varias imágenes de ellos. Se le ocurre que si pudiese subirse a alguno de los automóviles escaparía mas rápido y llegaría mas lejos. Por instinto le hace señas a las primeras luces que ve, luego se arrepiente, es un camión esos los conoce no por fotos los ha visto llevarse los cuerpos vacíos de los homúnculos muertos. Baja los brazos y se adentra en la banquina unos metros dejando pasar al vehiculo, que de todas formas si lo vio no atino a detenerse. Intenta identificarlo cuando pasa por delante de su ojo gris, si era uno de los camiones de la muerte no lo sabe pero prefiere no arriesgarse. Antes de continuar haciendo señas busca las luces que están mas cerca del suelo, así evita cualquier llamar la atención de las personas equivocadas.
Luego de varias horas de caminar y hacer señas inútilmente, un auto blanco se detiene delante de él. Emocionado intenta correr hasta el auto, pero olvida que su pierna derecha fue remplazada por un trozo de metal y que no es lo mismo que tener una de sus piernas reales, por esa razón tropieza cayendo redondo al piso.
-Señor, señor ¿esta usted bien?-. Oye la voz de una mujer que le habla desde el automóvil. Intenta ponerse de pie, pero vuelve a trastabillar. No siente dolor solo sabe que la pierna le impide ponerse de pie.-¿Señor?-. La voz ahora esta al lado suyo.-Por favor póngase de pie, apóyese en mi-. Siguiendo las recomendaciones de la mujer la toma del brazo derecho, para luego apoyarse en sus hombros.-Venga yo lo llevo al auto…. ¿Dónde fue el accidente?. Se lo ve bastante mal. Bueno no me conteste ahora.
Entre tropiezos y resbalones logran llegar al automóvil. Sin mucha delicadeza, pues el homúnculo superaba tres cabezas a su auxiliadora, lo deja caer en asiento del acompañante. Le acomoda las piernas dentro, el homúnculo se sorprende por no poder moverlas, la mujer cierra la puerta y pasa por delante de las luces del auto por un momento su figura se recorta en el haz de luz. Al verla pasar el homúnculo siente algo nuevo dentro de él, la sangre aumenta su flujo y su corazón se le acelera. Por un momento cierra los ojos y disfruta el momento. Oye el portazo del lado del volante.-Hay, mi dios-. La nueva exclamación de su rescatista lo hace abrir los ojos. Al fin puede ver el rostro de la mujer si supiera que es la religión diría que es un ángel, de rostro suave y delicado en sus formas, ojos casi trasparentes, su pelo es largo de color negro azabache. En definitiva por primera vez en su vida esta en presencia de una mujer y es el ser mas hermoso de la tierra. Su corazón vuelve a acelerarse. - Tiene la pierna quebrada-. Instintivamente mira hacia sus piernas, el homúnculo nota que de su pierna derecha sale un hueso ensangrentado. Al ver la herida se sorprende por no sentir nada, extiende la mano intentando tocarlo pero no llega ha perdido demasiada sangre y se desmaya.
Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi
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