…EL TUERTO ES REY
Párese un enorme y viscoso gusano arrastrándose por los tubo de desagüe. De su uniforme blanco poco queda para identificarlo, ya nadie podría decir que él era un donante. Se detiene para escuchar como va la revuelta. Si supiera como sonreiría, pero no lo sabe, todo contacto humano le ha sido ajeno. Aunque piensa remendarlo. Oye las explosiones que disponen de los muros laterales. Continua arrastrándose debe llegar al final del tubo antes de que suceda algún derrumbe y le impida continuar con su fuga. Al frotar su cuerpo contra el tubo lleno de excrementos y lodo, hace un ruido chicle estirándose hasta cortarse. El olor le marea produciéndole nauseas, debería abandonar dejar todo y morir dentro del conducto de mierda. Deja de avanzar, su cabeza cae golpeando una de las paredes, apenas si produce un ruido sordo y seco. Si, debería morir aquí pues no fue concebido para vivir, solo es un banco de órganos andantes. Cuando alguien necesita un repuesto, por ejemplo un ojo es a él a quien se lo quitan. Eso le ha enseñado que los humanos ciegos siempre desean los ojos de los demás, mientras que solo los tuertos ven la verdad. Una fuerte luz se enciende al final del túnel, despertándolo a la vida, no sabe de ironías por eso se incorpora y continua arrastrándose.
Espera unos minutos antes de salir de su madriguera hedionda. Siente como una suave brisa le acaricia la cara, se acerca un poco mas a la reja exterior respira hondo disfruta del aire fresco. Una poderosa ansiedad lo comienza a invadir, no aguanta mas tiene que salir de su ultimo encierro. Pecha la oxidada reja del drenaje, esta se desase entre sus manos. Sale despedido del tubo como si volviera a nacer. No es parecido al primero donde todo era pulcro, limpio y detrás de él su madre moría. Este nuevo nacimiento es el abandono de la ingenuidad y la niñez, ante la violenta madures. Cae al piso rueda por un par de metros, costosamente se pone de pie. Mira al cielo y lo ve lleno de pequeñas luces, las estrellas son algo completamente desconocido para él, para su sorpresa descubre que le encanta verlas. Abre los brazos respira hondo siente nuevamente la brisa, esta vez le cubre toda la cara con sus suaves manos de seda, se siente temblar cuando el frió aire ingresa por la cuenca vacía de su ojo. Una lágrima nace de su ojo sano.
Harry escucha un alboroto cerca del tubo de drenaje, esta ebrio le dolería la cabeza sino fuese por que el alcohol de 95 grados adormece e insensibiliza adormece hasta los pelos del sobaco. Camina por entre unos matorrales, hasta que puede ver un hombre parado bajo la luz de la luna. Es un hombre sucio, alto, calvo, nota que algo le falta en la cara, pero esta muy borracho para darse cuenta que es. Lo toma como un compañero de penurias, camina hacia él tambaleándose estirando la botella con alcohol en señal de amistad. El homúnculo, se espanta al ver al vagabundo acercarse con el brazo extendido. Harry no entiende por que el tuerto se le abalanza y le presiona el cuello. Antes de morir Harry tiene un momento de lucidez, agradece el haber bebido tanto como para no sentir dolor.
El homúnculo aprieta el cuello del vago, hasta que siente un chasquido aterrador. Cuando suelta su victima, le empiezan a temblar las manos, su pecho se hincha hasta casi explotar, pero no estalla, deja escapar el aire. Su primera muerte. Él no lo siente así solo elimino uno de los esclavistas y le gusta la sensación que le produce matar. Un ciego menos, un paso más libre. El homúnculo sonríe.
Fin
Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi
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