Corre, corre, se dice si mismo, si ellos te alcanzan te destrozan. Los gritos retumban por toda el bosque. Continua su desesperada carrera en la oscuridad esquivando ramas, raíces, piedras y pozos. Detrás de él oye como los gritos se acercan cada vez mas. En la desesperación cambia de dirección y se interna en la espesura del bosque, quedando prácticamente enceguecido. Una impertinente raíz se atraviesa en su camino haciéndolo caer de bruces al piso. Intenta ponerse de pie, manoteando a lo ciego intentando asirse a alguna rama, pero olvida quitar el pie de la raíz y cuando intenta incorporarse termina por caer de nuevo golpeándose una de las rodillas. Casi, grita por el dolor, aunque consigue contenerse. Mueve la pierna para poder salir y continuar su carrera. Finalmente consigue zafarse, vuelve a asirse a la rama y se pone de pie, descubre dolorosamente que su pierna no soporta el peso del cuerpo. Desesperado a pesar del dolor, la pierna rota y el pánico, intenta correr. No consigue salir en carrera, solo cae.
-Hola-. La voz le resulta familiar, no conocida, solo familiar como una canción escuchada con el volumen de la radio bajo. Tal vez sea una alucinación, la abuela antes de morir decía escuchar voces de la vieja patria, voces sin boca, rostro o cuerpo.
-Hola-. Otra vez esa voz suave, cristalina, casi dulce. Las nubes se corren dejando al descubierto una gigantesca luna. Descubre que delante de él hay un claro, el cual se ilumina al entrar un rayo de luz. En el claro sentada en un tronco caído, esta ella es hermosa sus cabellos son rubios y largos su piel brilla tanto como la luna que la alumbra. Los gritos e insultos se oyen cada vez mas cerca, están acompañados por los ladridos y aullidos de perros sedientos de sangre.
-¿Dónde se fueron los perros?-. Pregunta el capitán Harrison.- El gitano no puede haberlos evadido-. Uno de los animales sale disparado espantado y herido en una de sus patas, desesperada la pobre bestia busca a su amo. El capitán intenta acercarse, cuando un terrible y perforador aullido deja mudos a todos.
Nuevamente escucha el saludo esta vez tiene una imagen. La mujer no lo espera, ella es quien se acerca, él la espera cada vez mas deseoso. Poco a poco, comienza a recordarla con sus memorias se olvidan las penurias y los dolores. El caminar de ella parece como si flotara, toma la cabeza del ser que otrora fuese un hombre y le da un beso en hocico al lobo que camina erguido.
El mordisco del perro cazador lo saca del éxtasis en el que se encuentra, la dulce y suave mujer se aleja del temible depredador sin quitarle la vista de encima. El hombre lobo toma al perro y lo estampa contra un árbol. El animal espantado logra huir, frustrado por el escape de su presa el lobo aúlla a su amante la luna. Detrás del animalito herido llegan otros, siete perros más a dentelladas los animales hieren y le hace retroceder. El capitán llega junto a los demás hombres armados, da comienzo el baño de sangre.
Los cazadores disparan sus rifles y escopetas contra el hombre lobo sin esperar o dar orden alguna a los perros hiriéndolos, matándolos. El hombre lobo finalmente, cae en el claro a la luz de la luna, apenas si respira el débil movimiento de su pecho provoca una nueva ola de balas.
-Hay que cortarle la cabeza.
-¿Seguro? ¿No era a los vampiros que se le hacia eso?
-¿Quieren arriesgarse?
Uno de los hombres toma un machete y comienza la faena. La sangrienta practica dura mucho tiempo, hasta que consigue separar las vertebras y quebrar los huesos. La luna no se mueve de su lugar les ofrece una escandalosa e incomoda luz a los sanguinarios matarifes. Todo termina nadie festeja por haber matado a tan terrible depredador. Abandonan la cabeza y el cuerpo, nadie se queda para observar a la hermosa luna materializarse.
Con sus delicados y delgados dedos toma la cabeza, después de tanto sufrir un gitano, un hombre recibe el dulce beso de su incondicional amada.
fin.
Autor: Nicolás Vilaró-Tronfi
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