EL
REY MINOS ARREPENTIDO
El viejo
gaucho se sienta sobre
un tronco caído,
ya hace años.
La madera se entierra en
el suelo intentando soportar
al obeso anciano.
Camina con paso
cansino, no por
los años vividos
sino por economía
de movimientos, de
nada sirve para
el antiguo arriero
fatigarse. Se acerca
al fogón donde
lo espera su
nieto. Lo ve
tirado contra un
tronco, desentonando con
el paisaje pues
viste pantalones jeans
negros llenos de
tachas metálicas, una
remera también negra
con el nombre
de una banda
de Hevy Metal
y mostrando la
imagen de un féretro podrido a
medio abrir donde
asoma una mano cadavérica.
Pero lo
que mas le
llama mas la
atención son las
zapatillas con esas
suelas tan altas
y de color
fluorescente, en la
cabeza del anciano
surge un pensamiento –No es
necesario tanto desparramo
a la hora
de vestirse-. Finalmente
se sienta frente
al adolescente, del
otro lado del
fogón. El joven se
allá completamente absorto
en el MP5.
El anciano carraspea
con la garganta
para llamar la
atención del adolescente. Nada no
hay reacción alguna.
El viejo se
encoje de hombros y
continua con su
trajinar.
Atiza el
fuego, saca la
pava del rescoldo
de las brazas,
carga el mate
con yerba nueva,
le echa un
chorro de agua
caliente para se
valla hinchando. Mientras
pone la bombilla
en el interior
del mate mira
al descampado, primero
como buen
arriero fija su
vista en la
masa gigante sin
forma que se
mueve y muge
al otro extremo del
lote, son sus
vacas parecen tranquilas
no hay nada
ni nadie molestándolas. La
noche esta calma,
ideal para una
historia. Lastima que
su nieto no
piense siquiera en
levantar la vista
ni digamos en
escucharlo. El viejo
da el primer
sorbo al mate,
el agua le
quema aleja un
poco la pava,
tiznada casi completamente
negra, de las
brazas. Estira su
mano al otro lado
del fogón esquivando
las llamas con
el mate en
la mano, para
ofrecérselo a su
nieto, quien no
lo nota pues
se halla peleando
con el aparato
que párese haberse
quedado sin baterías.
Forcejea unos segundos
con el aparato
y luego de
infructuosos intentos por
evitar que aparato
no se apague,
esté termina por
morir entre las
manos del joven.
El anciano mantiene
el brazo extendido
sin inmutarse. El
muchacho molesto guarda
el aparato dentro
de una mochila
negra. Enojado finalmente
mira al viejo,
agarra el mate
y le mete un chupón
para la historia.
Cuando el agua
llega primero a
la lengua y
luego a la
garganta, los ojos
del adolescente se
desorbitan, su rostro
se vuelve de
un color rojizo.
Solo hay una
dirección para el
liquido incandescente, no
queda otra que
tragarlo y así
lo hace.
-Guarda que
esta caliente-. Advierte
el anciano tardíamente.
-Gracias, abuelo
hace dos minutos
me hubiera hecho
falta el aviso-
Responde con ironía
el adolescente-. Por cierto
ya es de
noche, ¿no tendríamos
que ir a
la casa a
dormir?
-No hoy
vamos a dormir
acá. Mañana a
primera hora hay
que encerrar los
animales. No quiero
irme a la
casa para que
se dispersen durante
la noche. Prefiero
quedarme acá y
llevarlos todos juntos
a primera hora.
Por otro lado
necesito ayuda y
me gustaría que
vos estuvieras conmigo.
-¿Y yo
qué se de arriar vacas? ¿Me
queres decir?
-Tranquilo yo te
enseño veo, que se
te apago el
aparatito-. Indago el
viejo- ¿Qué pilas lleva? Yo
tengo acá unas doble
A.
-No abuelo
no lleva de
esas pilas, son baterías especiales, que si
hubiese electricidad podría
recargar y no estaría oyéndote.
El viejo
sonrió sarcásticamente tomo
un nuevo sorbo
del mate y
continuo.-Pero como no
te queda otra
vas a tener
que escucharme ¿Qué tal
si te cuento
una historia? –. Brillo la
propuesta en los
ojos grises del
anciano.
-Abuelo no
seas pesado, esas
historias no entretienen
a nadie prefiero
quedarme sentado mirando
el piso en
silencio.
-Antes te
gustaban. Si ya
se no hay
nada de interesante
en un viejo
de campo -. El brillo
en los ojos
del viejo se
fueron apagando, los
años le cayeron
todos de golpe
sobre sus hombros,
ya no tenia
65 años paresia
haber envejecido seis
siglos de golpe.
El adolescente
noto como el
viejo se hacia
cada vez mas
pequeño entre las
cobijas que usaba
de respaldo, lo
vio volverse opaco
y taciturno. La
visión lo espanto
al borde del
pánico. Sin tener
otro medio le
pidió dubitativamente que
le contase una de sus
historias. El anciano
hombre volvió a
erguirse tomo el
mango de la
pava sebo otro
mate y se
lo alcanzo a su nieto.
-No gracias.
Puedo escuchar una
de tus historias,
pero prefiero esperar
unos minutos hasta
que el agua
de la pava
se entibie. Otro
mate como el
recién y vamos
a tener que
salir corriendo al
hospital.
-Bueno, como
quieras. Déjame que
siente mas cómodo
y comienzo a
contarte el día
que conocí al
Minotauro.
-¿Qué? Abuelo acepte
escuchar una de
tus historias, pero
al menos trata
de que sean
algo realistas.
-Me ofendes.
Mis historias siempre
son reales.
-O vamos, me
decís que conociste
un animal mitológico
de millones de años
y queres que
crea que son
realistas. Si claro.
-Lo que
pasa es que
los griegos estos
tienden a vivir
muchos años. Sin
ir mas lejos
había un vecino
que vivía en
el campo del otro
lado del río,
que le decían el
griego, el tipo
decía tener unos
ochenta años y te juro
no parecía mas
de treinta.
-Abuelo.
-Vos escucha.
Después sino te
convenzo nos volvemos
al rancho.
<<Todo paso
hace uno cuarenta
años, creo, si
tu papa tenia
unos seis por
esa época. Yo
estaba igual que
ahora sentado abajo
de este árbol,
era una noche
de luna tranquila,
como la de
hoy. Estaba con
tu abuela y
tu papa, ellos
siempre venían a
ayudarme con las vacas. Si
vieras lo guapo
que era tu
papa a esa edad.
Ellos dos dormían
tranquilos tapados por
un poncho, no
hacia frió solo
estaban tapados para
sentir el cobijo.
Yo no podía
dormir, los últimos
días había perdido muchos
animales de la
manada. No sabía
si era un puma o
cuatreros. Si hubiese
estado solo no
me hubiese preocupado
tanto, pero tu
abuela cabeza dura
como era insistió
en que tenían
que acompañarme. Después
de todo no
podría arriar a
todos los animales
solo. Si eso era
cierto, pero sabia
que fuera lo
que fuera lo que
estaba provocando la
desaparición de las
vacas no iba a
tener compasión con
ellos. Si la
situación lo ameritaba
yo tampoco iba a
tener compasión con
nadie que atacase
a mi familia, por
eso tenia conmigo
una escopeta.>>
-Trajiste ahora.
Me gustaría aprender
a disparar.
-¿Para qué? Si
después de acá
te vas a
la ciudad de
que sirve aparte
ya no la huso
no me hace
falta. Desde que
pusieron un supermercado
en el pueblo
me sale mas
barato ir a
comprar el conejo
muerto y pelado,
que salir a
cazar una libre
de carne dura y escasa.
Déjame continuar con
mi historia.
<<Estaba sentado
en este mismo
tronco, con un
ojo en loa
manada y otro
en la abuela
y tu papa.
Que mujer hermosa,
sus cabellos no
eran rubios pues
brillaban como el oro, sus
ojos eran tan
azules que parecían
dos gotas de
mar, siempre tubo
un rostro delicado
como el de
una muñeca de
porcelana. Aunque te
puedo asegurar que
era dura como
el quebracho y cuando se
enojaba era capaz
de hacer callar
al mismísimo dios.
Estaba justo ahí
donde estas sentado
vos abrazaba al
pequeño como lo
hace una leona
para proteger se cachorro.>>
-No me
acuerdo mucho de
la abuela. Solo
que siempre sonreía
con todos.
-Si vos
la conociste cuando
esa enfermedad de
porquería la estaba
consumiendo. Algo para
que tengas en
cuenta, cuando estaba
enferma ella no
le sonreía a
todos solo a
vos. Ese era
su regalo para
ti.
-¡Oh!
-No te
sientas mal. Seguro
que lo hacia
para eso, pues
lo que recuerdas
de ella es
su bella sonrisa.
Continuo.
<<Estaba concentrado
mirando como dormían.
Cuando al costado
mió siento el
caminar pesado de
una persona, de
reojo y antes
de manotear la
escopeta note un
brillo entre dorado
y rojizo. Sin
hacer mucho escándalo
tome la escopeta
y apunte. No
podía distinguir muy
bien al atacante,
la luna parecía haber
apagado su brillo.
Desde la penumbra
surgió una mano
era grande como
si perteneciera a un
gigante, me hizo
un ademán para
que me acercara
a él. Dando un
rodeo sin dejar
de apuntarle y
a la vez
procurando que mi
familia no se
despertase, salí al
descampado. Al fin
lo ví era
enorme mas de
dos metros seguro,
su cuerpo era
ancho y musculoso.
Lindo físico para
hombrear bolsas, dije
no se por
que pero lo
dije. Escuche el
bufido de un
toro enojado y
ahí fue que
me percate de
su cabeza, entre
la oscuridad y
la luna que
se negaba a
brillar como la
gente noté que
la silueta de
su cabeza un
era humana parecía
la de un
vacuno. En principio,
la verdad creí
que estaba alucinando,
hasta que hablo.-
Vengo por la mujer que
esta con el
niño-. El muy
atrevido señalo a
tu abuela que
seguía durmiendo.- Ella
me pertenece desde
hace siglos.>>
<<Yo no
me iba a
quedar callado.- Primero esa
mujer no te
pertenece y segundo
no tiene siglos
apenas si tiene
veinticinco años. Habla
mas despacio que
no quiero despertarlos.>>
<<Sentí que
bufo nuevamente, continuo
hablando.- Veo que con
la lengua somos
muy valientes. Te
reto a un
desafío de fuerza.
No has de
preocuparte por el
sueño de la
que pronto será
mí familia yo
me encargare de
que no despierten-.
Levanto su mano
derecha y arrojo
un polvillo brillante
en dirección a los
dos durmientes, yo
no entendía que
pasaba y pegue
un tiro al aire. El
monstruoso ser río
a carcajadas al
ver mi reacción.
Sin decir palabra
alguna señalo hacia
donde había arrojado
el polvo y
pude ver que
mi familia, a pesar
del estruendo de
mi escopeta, seguía durmiendo.>>
-¿Abuelo, cómo
un monstruo griego
de miles de
años podía hablar
tan claro el
español?
-Censillo. Tuvo
miles de años
para aprender.
<<Ahora déjame
terminar. Con la soberbia propia
de quien cree
tener la superioridad
del tamaño, me
ofreció que nos batiéramos en
una lucha grecorromana.
Por ese entonces
de todo lo
que dijo solo
entendí lucha. Me
ofreció un trato,
para que entrara en
la pelea si
él ganaba se
llevaría a mi
familia, pero si
yo gana se
quedaría a cuidar
de mi manada
para siempre. Acepte.
La épica batalla
dio comienzo, el
encaro con sus
cuernos, yo arroje
la escopeta a
un costado y
me puse en
posición de resistir
la embestida. Cuando
llego a mi
se levanto un
polvareda que no
podíamos ver nada.
Cuando la tierra
comenzó a bajar
allí estábamos como
detenidos en el
tiempo yo lo
sostenía de los
cuernos y el
estaba con la
cabeza agachada esperando
propinarme una embestida
que jamás llego.>>
-Si me
hubieras visto en
mis años mozos
la fuerza que
tenia en los
brazos, me servían
para levantar un
tronco en cada
uno. Ahora no
puedo apretar los
nudos de mis
zapatos. Ves-. Dijo
el anciano estirando
sus pies hacia
delante.
-Abuelo son
alpargatas, no tienen
cordones.
-Por eso,
para no tener que
hacerles nudos. Sigo,
con el relato.
<< Sostuve
los cuernos del
vacuno, hasta que
en el forcejeo
se me ocurrió
una idea, si
bien tenia el
cuerpo de un
hombre su cabeza
seguía siendo la
de un toro.
Mientras gritaba de
furia le coloque
mi mano dentro
del hocico y
presione su lengua
contra el paladar.
Es sabido que
ningún toro, vaca o
ternero puede respirar
con normalidad si
uno le obstruye
la boca de
esta manera. Lo
sostuve por un
rato, cuando note
que perdía el
equilibrio le hice
girar la cabeza
hasta dejarlo mirando
su propia espalda.
Antes de caer
definitivamente hizo un
ruido ahogado, termino
dando de bruces
contra el piso.>>
-¿Lo mataste?
-Claro que
no solo lo
deje atontado. Como
cuando agarramos a
algún ternero para
marcarlo o castrarlo.
-Le cortaste
las bolas-. Pregunto
con estupor el
joven.
-No. Cornudo
y feo, pero
seguía siendo un
hombre, no lo
iba a privar
de sus gónadas.
La cuestión fue
que luego de
recuperar el aliento
el decidió desistir
con la pelea.
Se sentó y
comenzó a explicarme
que él buscaba
las descendientes de
Ariadna la hija
del gobernante original
de la isla de
Creta, a la
cual había amado
desde que fue
encerrado en un
laberinto de dicha
isla. Lamentablemente Minos
nunca fue coronado
como rey y
Ariadna decidió irse
con un tal
Teseo.
-¿La abuela
era de Creta?
-No. Pero
según Minos se
le paresia mucho
a Ariadna. Va
en verdad estaba
cansado de vagar
por el mundo
y quería retirarse
a un lugar
tranquilo.
-Un momento
abuelo, no dijiste
que el Minotauro
debía cuidar de
tu manada para
siempre. Yo nunca
he visto a
ese tipo.
-Ni lo vas
a ver él,
luego de admitir
la derrota y
de contarme sobre
su vida, se
convirtió en un
enorme toro negro
con pesuñas de
oro y cuernos
de plata. Luego
de que él
se instalo aquí
jamás me falto
un animal más de la
manada. Entablamos una
muy buena amistad,
cuando falleció tu
abuela él se
comporto como un
excelente amigo. Fue
un sopor…- Al ver
la
mirada de escepticismo
de su nieto
el viejo arriero
dejo el tema
a un lado.- ¿No
me crees? No
importa un trato
es un trato.
Te dije que
si la historia
no convencía podías
volverte al rancho.
Así que vete
mañana a la
mañana nos vemos.
Por unos
momentos el nieto
dudo, pero finalmente
decidió cargar sus
cosas en la
mochila y se
puso de pie.
Quedo desconcertado si
saber por donde
irse, miro a
su abuelo quien
con una sonrisa
y su dedo
le señalo la dirección por
donde marcharse. La
inmensa oscuridad se
abrió ante el
adolescente, orgulloso como
todo joven decidió
seguir caminando en la
oscuridad. Tropezando con
todas las piedras
del camino, ya
lejos del amparo que
da el fuego,
el adolescente sintió
un bufido detrás
de él. Giro
espantado y allí
estaba, un toro
negro enorme su
ojos eran rojos,
los cuernos brillaban
como la plata
y las pesuñas
doradas como el
mas caro oro.
Mirándolo fijamente el
gigantesco animal rodeo
al jovenzuelo, volvió
a bufar, pateo
el piso y
se alejo caminando
orgulloso, como un
rey. Espantado y
fascinado, el joven
volvió al fogón.
Cuando llego el
viejo dormía, se
quedo toda la
noche mirándolo, empezó
a verlo como
un antiguo héroe
mitológico.
Fin.
Autor: Nicolás Vilaró-Tronfi
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