EL HERALDO
La mañana nos ha regalado un día soleado y hermoso. Aunque en los pasillos de tribunales no lo parezca, pues como todos los días dentro de esas paredes reina la hostilidad. Los rostros de las personas muestran enojo y recelo. Esta cara párese el común denominador, menos para uno hombre. Este hombre vestido de negro, con anteojos oscuros, camina por los pasillos con confianza, sonríe levemente. Siente placer al notar como la mayoría de las personas que lo ven, parecen estar viendo al diablo. Avanza hacia la mesa de información, con la vista fija en la recepcionista. Al llegar a la mesa los demás se retiran dejándoselo libre. No lo agradece, pues para él no existen, solo se limitan a hacerle su petición a la secretaria.- Deseo entrevistarme, con el fiscal general de inmediato.
La mujer actúa con rapidez, presionando los botones del teléfono, para comunicarse con el fiscal. Todo su cuerpo tiembla, intenta calmarse pero fracasa los nervios la superan, conoce a este hombre siempre que él pasa por tribunales alguien desaparece o se vuelve millonario. Los segundos que tardan en contestarle del otro lado del teléfono le parecen horas, la respuesta llega y es afirmativa, siempre lo es nadie se niega a este hombre. Le informa al siniestro sujeto, que puede subir. Ruega que no note el nerviosismo de su voz. Con una actitud de indiferencia, como si no la hubiese oído voltea y se dirige hacia el ascensor.
…2, 3, 4, se iluminan los números del ascensor, marcando su pasar por los pisos. Dentro el hombre de traje negro sonríe con placer y malicia. Se siente bien pues en situaciones como la que acaba de suceder en el ingreso muestran su poder. Es allí donde demuestra quien es y lo que representa. Pues él es el mensajero de la voz del pueblo. Claro que hoy por hoy las voz del pueblo es todo lo que diga el Mariscal, por eso él esta a su servicio. Sus pensamientos y auto felicitaciones, lo abstraen tanto que casi no se baja del ascensor cuando llega a destino.
Un suspiro de alivio escapa de su boca, no por que esta cansado ni nada de eso, solo esta a gusto en el sillón donde se ha sentado y en el despacho donde se encuentra. Si hay algo que siempre le ha reconocido a Rubén, es el buen gusto para la decoración. Mira hacia todas b partes disfrutando cada detalle cada moldura. Pero como es habitual detiene su recorrido en la única vitrina que hay en el despacho, en ella hay expuesta toda una colección de barcos a escala cada uno hecho con una preciosa delicadeza y precisión. Aunque de todos ellos hay uno que llama la atención por la carencia de estas dos cualidades, es la rustica reproducción de barco vikingo. Si bien cuenta con todas las características de un navío real, con sus respectivos remos a los laterales, los escudos ubicados en la parte externa del casco y por supuesto la parte mas interesante es su vela rallada blanca y roja con un impactante dragón verde dibujado en el centro. Cuando decide levantarse para ver la vitrina mas de cerca, una puerta lateral se habré y el hombre de negro se reacomoda en sillón.
La puerta de madera trabajada, de color marrón claro se habré, por ella ingresa un hombre robusto de unos 60 años. Aunque su apariencia parece acusar mas años, con una calvicie que invade casi la totalidad de su cabeza dejando unos pocos cabellos canos a n los laterales, sus ojos son opacos grandes ojeras los enmarcan, mostrando así una persona pocas veces alegre. Hoy para él no ha sido de esos escasos días, sino que todo lo contrario debido aunque todavía no es la hora del almuerzo y ya ha tenido que lidiar con abogados ineptos, testigos fugados, hasta con acusados que pierden los estribos en una simple audiencia. Su animo no mejora cuando al entrar a su oficina ve sentado al hombre de negro, sino que lo empeora abruptamente. La presencia de este individuo, significa para Rubén Voght fiscal general de distrito, que el final del día se encuentra muy pero muy lejos.
Rubén deja caer su voluminoso cuerpo sobre su sillón, se recuesta sobre el mismo y clava su mirada sobre el indeseado hombre, a quien con desgano y fastidio le pregunta.- ¿Qué quiere el Mariscal?
El increpado interlocutor, aunque intenta disimular la molestia provocada por la arremetida del fiscal, se endereza abruptamente e intenta mantener su postura indiferente. Por esa razón intenta armar conversación.- Veo que hoy no ha tenido un buena mañana ¿No?.
Como abogado Rubén a podido identificar las señales que surgen en las personas cuando estas quieren ocultar algo. En la explotación de esta habilidad se ha basado su carrera, haciéndola bastante fructífera. Es por esa razón que cuando descubre la molestia del hombre frente a él no duda en utilizarla.-Eso no le importa dígame que quiere su patrón, señor, dueño o lo que sea suyo-. El fiscal nota como el enojo del visitante aumenta, esto le da cierta satisfacción a Rubén.
-Mi jefe…-. Se interrumpe el hombre de negro, para dejar escapar el enojo en un suspiro.-…que después de todo eso es. Quiere…. No disculpe-. En ese momento para continuar la frase su voz adquiere un tono mas severo.-Desea que usted, ordene una serie de allanamientos en dos barrios General González y 26 de Mayo, para ser especifico. También quisiera que despachase una orden de investigación sobre el oficial Oscard Roso, quien abandonase una escena del crimen y a su compañero. Desapareciendo de la escena el compañero y unas de las pruebas concluyentes-. Al terminar de decir esto, se acomoda la solapa del saco y se recuesta sobre el escritorio.-Creo haber sido claro en las distintas recomendaciones que mi jefe espera sean tenidas muy en cuenta.
La respuesta de Voght es directa y algo violenta.-Dígale a su patrón que yo are aquello que crea necesario. No aquello que él me ordene como si fuese uno de sus perros, como si lo es usted.
Luego de la respuesta del fiscal un pesado silencio se adueña de la habitación. El hombre de negro pareció olvidarse de la conversación, pues giro su asiento hacia la vitrina mostrando gran interés por los barcos allí expuestos.-¿Uno nuevo, no?-. Pregunto señalando la vitrina con el mentón.
De pronto el gesto severo del rostro de Rubén cambia abruptamente. Sus ojos brillan con el orgullo y responde.-Mi nieto-. Dijo señalando el defectuoso barco vikingo.- Es lindo. Un poco tosco ya lo se, pero se nota que tiene…-. El comentario se ve interrumpido por el hombre de negro.
-Aaah. Su nieto, uno rubiecito, de esta altura-. Marca con la mano derecha, la altura del niño.-más o menos. Pertenece a su hija mayor. Tiene uno 9 años. MMM-. Se detiene en su descripción por un momento. Con un gesto exagerado en su rostro, hace como si reflexionara. De pronto se levanta del sillón apoyándose en el escritorio, se quita los anteojos y mira a los ojos del fiscal, sonríe mostrando sus blancos dientes. Profiere una amenaza hacia el fiscal.-Recuerde que en ciertos ámbitos un niño de tales características, se cotizaría muy bien para realizar determinados trabajos, también manuales-. Al ver la sorpresa en el rostro de Rubén, avanza en la amenaza.-Ahora espero que las recomendaciones del Mariscal sean tomadas encuenta. Ah, recuerde ir pasar por la escuela de su nieto temprano, sino los curas se enojan-. Con esta ultima frase, el hombre de negro se coloca los lentes sin dejar de mirar a los ojos del fiscal, inyectados en sangre. Por última vez le sonríe en tono de burla.
Rubén Voght, primero audaz abogado, luego imbatible fiscal, tarda diez minutos en moverse luego de recibir una llamada de la escuela de su nieto.
Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi
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