OPERADOR
Arriba: Ctrl. W. Salto por los aires, atravieso uno de los techos. La sierra del brazo derecho se me engancha con el borde del agujero que dejo mí cuerpo, por eso no continuo subiendo. Caigo golpeando el piso con mí cara. Forcejeo para desengancharme. Tiro con el brazo derecho mientras me ayudo con la mano izquierda, es un alivio no haber tomado esa escopeta en el nivel 3, sino hubiese tenido que cambiar la única mano disponible por él arma. Al fin puedo safarme, al hacerlo me llevo un trozo de piso y un cacho de pierna cibernética. Logro ponerme de pie, el daño de la pierna es superficial solo un raspón. Me quedo quieto un rato para corroborar los sistemas de los implantes cibernéticos.
Adelante: ctrl. D. Debo moverme, el comisario Rastron me sigue desde el nivel 8, esta vez quiero llegar al final. La promesa de una nueva mano siempre es estimulante, especialmente cuando uno tiene ocupado el lugar por una moto sierra. El pasillo es oscuro e intenta ser tenebroso. Evidentemente quien lo diseño no conoce lo que es una prisión. Allí el miedo no te lo da la oscuridad, las manchas de humedad o la incertidumbre de lo que puede llegar a suceder. No, en la prisión los pasillos están iluminados, las paredes completamente limpias y el miedo se te mete en el cuerpo por la seguridad de lo que va ha suceder. Avanzo por el pasillo infinito sin encontrar puerta o escalera alguna, tal vez caí en una trampa lógica. Lo cual no me esperanza pues todo pasa a depender del operador y como viene jugando, no creo que sea muy inteligente. Veo un resplandor al final del pasillo. Es machete Joe, un negro gigante, calvo y tatuado.
Abajo: Ctrl. S. El machetazo me pasa cerca de la cabeza, logro agacharme a tiempo. En simultáneo ataco con un mandoble de la sierra. Consigo arrancarle la pierna izquierda, aun así no cae. Joe a conseguido energía extra los bots de mantenimiento lo reparan de inmediato. Mierda. Lo dejan como nuevo. Continuo de rodillas, cruzo los brazos en forma de cruz y soporto los múltiples golpes de su machete. Apenas los aguanto, creo que Joe a hecho pesas desde la ultima vez. Los niveles de energía bajan, no debo seguir quieto tengo que avanzar. Sedo terreno agachándome un poco más, para tomar aire. Asiendo uso de los pocos niveles de energía, envisto a mi oponente con un golpe de mi mano cibernética. Joe cae hacia atrás sobre uno de sus machetes, el cual le atraviesa uno de los hombros. Al fin consigo ponerme de pie. Lo veo temblando en el piso, la herida lo puede dejar fuera de este juego, pero sobrevivirá para volver a intentarlo. Ctrl. Q.¿Qué?. No. No quiero rematarlo. ¿Por qué?. Si ya esta acabado, no quiero. Ctrl. Q. No, no quiero. Pero estoy obligado, cerceno cada parte de su cuerpo. Dejo la cabeza para el ultimo, me mira con ojos vítreos casi llorosos. Odio al operador, no tenía necesidad. Pero para el es solo un juego.
Estoy bañado de sangre, me he quietado la remera para evadirme un poco del olor. Noto que los brazos implantados se están soltando. Quisiera poder pagar un cirujano de verdad para sujetarlos, en lugar de depender de un mecánico. El pasillo párese realmente eterno no puedo creer que le hallan pagado a un diseñador por este lugar. De golpe me doy contra una pared, quiere decir que no es un nivel solo una trampa para distraer y extender innecesariamente el juego. Atrás: ctrl. A. La orden suena en mí cabeza casi de manera inmediata, por suerte el inoperante que me dirige se da cuanta de algo. Vuelvo corriendo siento como las celdas de energía se recargan permitiéndome moverme con mas ligereza. Doy un salto sobre los restos del descuartizado Joe, lo hago con los ojos cerrados para no verlos. Termino la carrera frente al hueco que hice al ingresar a este lugar. Siento como los apéndices cibernéticos se apagan, deteniendo mis funciones casi por completo. Solo puedo mover la cabeza, la cual levanto y veo parado delante de mí, al comisario Rastron. El sicario de la cruel ley me sonríe, mostrándome sus dientes de lata brillando con la chispeante electricidad. Cierro mis ojos y espero el balazo. Con el impacto de los perdigones de la escopeta me arroja hacia atrás, vuelo como una hoja azotada por el viento. Caigo sobre el charco de sangre dejado por Joe. Muero.
Vida: ctrl. XC. Mierda, mí energía es la suficiente como para que los bots de mantenimiento me reparen. Los oigo venir, mientras el comisario Rastron desaparece, seguro para continuar eliminando jugadores. Mis humillaciones no terminan, los bots toman partes del fallecido Joe para remplazar las mías. Cada momento no hago más que odiar al operador. Mientras el juego me habilita para continuar el juego exclamo venganza contra el idiota que me maneja. Vida activada. Mas vale que, esta vez, lo haga bien pues me quedan dos vidas. Dos vidas que pienso aprovechar para salir y eliminar al operador.
Fin.
Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi
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