Hace  seis  años   que  este  hombre  vive  debajo  del   puente. Ha   sufrido   penurias  de  todo  índole. Cuando  recién  se  instalaba  unos   pandilleros,  chicos  que  seguramente   jamas  sufrieron   la   traición  de  la  vida,  le  incendiaron  los  colchones  él  sufrió  quemaduras  muy  graves.  No  recuerda  cómo,  pero  termino  en  el  hospital siendo   curado  por  una  joven  y  simpática  enfermera,  quien  lee  curo  y  le  dio   unas  pastillas  que  le  hacían  olvidar  el   dolor.  Estúpidamente  quiso  creer  que  también  servían  para  olvidar  los  dolores  del  corazón. Una  tras  otra   se  fueron  sucediendo   a  su  boca  las  píldoras   mágicas,  tardo  cuatro   días  en  encontrar  el  puente  donde  se  encontraba  instalado.  En  un  estado   de  gracia  casi  supremo  se  sentía  feliz  y  completo,  hablaba  abiertamente  con  las  personas, aun  hoy  se  pregunta  cuáles  eran  reales.
No todo ha sido malo debajo del puente, si allí conoció a la vieja Nelida una mujer con todas las letras. Capaz de beber a la par de él, alegre durante el día y cariñosa en las noches. Nunca lo defraudo ni cuando le dijo que iba a cartonear y que no sabia si volvía, jamas volvió.
Recuerda con nostalgia las vivencias debajo del puente, pues cada vez que viene la policía con los bastones cree que jamas retornara a aquel lugar que aprendió a llamar hogar.
Nunca llegara el fin para hombres y mujeres como él.
  
No todo ha sido malo debajo del puente, si allí conoció a la vieja Nelida una mujer con todas las letras. Capaz de beber a la par de él, alegre durante el día y cariñosa en las noches. Nunca lo defraudo ni cuando le dijo que iba a cartonear y que no sabia si volvía, jamas volvió.
Recuerda con nostalgia las vivencias debajo del puente, pues cada vez que viene la policía con los bastones cree que jamas retornara a aquel lugar que aprendió a llamar hogar.
Nunca llegara el fin para hombres y mujeres como él.
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario